Siempre es la mano, no el puñal, nunca es lo que pudo haber sido, no es porque digas la verdad, es porque nunca me has mentido. No voy a sentirme mal si algo no me sale bien, he aprendido a derrapar, y a chocar con la pared. Que la vida se nos va, como el humo de ese tren, como un beso en un portal, antes de que cuente diez. Y no voy a sentirme extraño, aunque no me llegue a conocer, y no volveré a quererte tanto, y no volveré a dejarte de querer. Dejé de volar, me hundí en el barro, y entre tanto barro me encontré, algo de calor sin tus abrazos, ahora sé que nunca volveré.
Meritxell Fernández Hernández.
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