miércoles, 4 de abril de 2012

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El segundo grito los alarma aun más. Ambos se vuelven preocupados, ninguno sabe lo que ocurre. No espera más, la preocupación ha invadido totalmente su cuerpo. Con un movimiento ágil y veloz a la vez se gira dispuesta a travesar de nuevo la espesa maleza que les separa de la casa. No se lo piensa demasiado, el silencio le ha dado la razón debe ir. No tarda en poner su cuerpo en funcionamiento, la adrenalina corre por sus venas. Sus piernas se mueven veloces sorteando los obstáculos que la naturaleza parece ponerle para impedir que llegue a tiempo. Siente los latidos de su corazón en las sienes a la vez que la preocupación va en aumento. Corre con rapidez el camino que antes había paseado tranquilamente. Tiene que llegar a tiempo. Cuando por fin alcanza el lindero del bosque se queda paralizada, un coche verde espera aparcado en la puerta, ese coche no es suyo. ¿Que esta ocurriendo? Las voces que provienen de la parte trasera de la casa le advierten, debe esconderse. Sientiendo el corazón en un puño gira y avanza hacia el campo de maíz que hay a la derecha del recinto. Se conoce esas amarillas espigas como la palma de su mano, continua andando hacia donde cree que estan las voces y finalmente llega. Desde dentro del maíz la visión no es muy bueno pero aun así puede ver claramente lo que ocurre. Estan todos afuera, en fila india, como si acabaran de representar una obra. No entiendo lo que dicen, ¿Hablan en otro idioma? De repente todo cobra sentido cuando el señor desenfunda una pistola y les apunta. El murmullo de voces que antes había desaparece completamente, siendo sustituido por seis rápidos fogonazos. Pum, pum, pum, pum, pum, pum. Y asi en apenas tres segundos su vida se desploma ante sus ojos, muerta, sin vida…
Meritxell Fernández Hernández.

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